En
la última década, uno de los grandes retos para nuestro país es, sin duda alguna,
la creación de edificios sustentables que puedan brindar a sus ocupantes los elementos
de satisfacción más sobresalientes sin dañar al medio ambiente.
Lo
complicado del asunto es que, al salir de la escuela, los arquitectos e ingenieros
mexicanos recién egresados se enfrentan a un paradigma que debe romperse: lo sustentable
no es costoso y sí es rentable.
Hoy
en día, muchas empresas socialmente responsables de gran envergadura en la rama
inmobiliaria están apostando en sus nuevos diseños para aprovechar las energías
renovables, utilizar materiales de menor impacto ambiental y, sobre todo, generar
conciencia en la industria de la construcción sobre las implicaciones
ecológicas de cada detalle que se agrega a un proyecto arquitectónico. Como
resultado, la mayoría de estos consorcios han logrado cambios de mentalidad exitosos.
Importantes
firmas arquitectónicas han podido convencer a sus clientes que crear edificios sustentables
representa, a largo plazo, un ahorro considerable en la utilización de sus recursos
y que mientras más prioridad se le dé al pensamiento sustentable, más probabilidades
hay de disminuir el impacto ambiental en el mundo.
Incluso
existe a nivel mundial, desde 1998, un organismo certificador que avala los beneficios
ambientales que implica la construcción sustentable. Se trata del certificado LEED
(Leadership in Energy and Environmental Design por sus siglas en inglés, con
traducción como Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental) del U.S. Green Building
Council (USGBC por sus siglas en inglés, con traducción como Consejo de la Construcción
Ecológica de Estados Unidos), del cual ya hemos hablado en este espacio.
Así
pues, el reto para México y las nuevas mentes creativas que se forjan en las aulas
está en esa iniciativa y por lo tanto es importante forjar una visión en pro del
planeta y del futuro de todos quienes habitamos en él.